Plutón

O La muerte

“Cómo será de rápida la muerte que nos da toda una vida de ventaja”, leí en un muro en la intersección de Américo Vespucio con Avenida Las Torres en Peñalolén. Estaba en el auto, con mis padres, quizás íbamos a la casa de mis abuelos. Lo leí, curiosa y nunca olvidé esa frase.  

¿Quién la habrá escrito y por qué? ¿Qué quería expresar? Son preguntas que me hago ahora cuando estoy en medio de un proceso de muerte. Y digo muerte por qué estoy viva y digo proceso por que esta muerte ha sido lenta. 

***

La primera vez que me visitó la muerte estaba en el trabajo. Estaba visitando unos laboratorios de Ingeniería Eléctrica. Los chicos – universitarios vivaces y llenos de ganas- nos estaban explicando el proceso que hace la luz para iluminar cierto experimento. Eran las tres de la tarde de un día miércoles y de pronto la sentí. 

Una sensación fría en el pecho. Mi mente perdió su curiosidad habitual. No estaba interesada en lo que estaba pasando a mi alrededor. Lo que antes me entusiasmaba ahora me producía sopor. Me quería morir. Pero no morir de suicidarme, sino que hubiera deseado no estar ahí. No estar en la Universidad, en Santiago, o en el Planeta Tierra. Si hubiera podido desaparecer sin rastro hubiera estado bien. 

Desconocí aquella sensación. No era tristeza, dolor o ansiedad. Eran ganas de morir. Terminé el turno. Volví a casa. Me dormí y por un momento me sentí morir de verdad.

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En el libro “Viaje a Itxlan”, Don Juan le enseña a Carlos Castaneda, su aprendiz, que nuestra muerte siempre está a la izquierda de nosotros, esperando tocarnos. Don Juan le dice al autor del libro, que la muerte es nuestra mejor consejera pues perdemos una vanidad al consultarla. 

“Cada vez que sientas, como siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto de ser aniquilado, vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te dirá que te equivocas; que nada importa en realidad más que su toque. Tu muerte te dirá: “Todavía no te he tocado.”

***

I remember being junto al cuerpo de mi abuelita recién muerta. Estábamos en su pieza, olía a húmedo, olía a muerto. Era el Día de la Asunción de la Virgen. 8 de Diciembre. Su cuerpo, sin vida, yacía pesado en su cama. 

Aquel día, -viernes-, se levantó y estaba tomando desayuno con su esposo y decidió ir al baño. Usaba una bata celeste. Abrió la puerta del baño, la cerró, se miró al espejo y la vió. La muerte estaba detrás suyo, el espejó delató su presencia. La muerte la estaba esperando. Le tocó el hombro izquierdo. Casi en el mismo segundo, sintió un peso en el pecho. Su corazón emitió su último latido. Cayó al suelo. Mi abuela, siempre tierna, no quiso asustar a mi abuelo y gritó: -Viejito me desmayó. Murió a los pocos segundos. El reloj marcaba las 09:08 del viernes 8 de diciembre de 2017. Tenía 80 años. La muerte siempre certera, efectivamente, le dio toda una vida de ventaja.

***

Plutón en nuestra carta natal representa aquel lugar donde la muerte nos ha rozado sin tocarnos efectivamente -aún-. Estuvimos tan cerca de morir en aquella área o casa de nuestra vida que desarrollamos diferentes estrategias para convivir con el terror que nos provocó aquel roce. 

La primera reacción que tenemos los seres humanos ante el roce de la muerte, es asumir que somos que somos seres indefensos y sin potencia ante su presencia. Nos quedamos paralizados. Muertos en vida. Sin contacto con nuestros deseos y potencia. Somos una hoja al viento. Podemos estar esperando paralizados su toque toda nuestra vida y no es justo, ni para nosotros, ni para la muerte.  

Nuestra segunda reacción ante el roce de la muerte, es decidir -inconscientemente- que  la muerte no nos va a ganar. “Yo puedo con esto solo”, “Estoy seguro de que la voy a burlar” “Estuve tan cerca de morir que ahora me siento potente”. En este proceso de “falso” empoderamiento perdemos el registro de nuestro cuerpo, de nuestros sentimientos, sacrificamos nuestra parte más tierna para mantenernos vivos. 

Ninguna respuesta es mala ni buena, son simplemente mecanismos o formas de reaccionar frente a la amenaza de la erupción de volcán que representa de manera simbólica, Plutón en nuestra carta. 

*** 

Al estar tan cerca de la muerte durante estos años, he desarrollado ciertas técnicas y estrategias para seguir viva. Todos estos años y vivencias me han enseñado que la muerte siempre está a mi izquierda.

Muchas veces la siento y presiento. Ella quiere tomar ventaja. Se quiere alimentar de mí, mi vida y circunstancias. No de mala manera, sino porque es parte de su naturaleza. 

Aquella vez que me rozó en el Laboratorio de Ingeniería Eléctrica. Lo primero que se llevó fueron mis ambiciones laborales. Luego, muy silenciosa, se llevó mi fuerza física.   Luego, inesperadamente para mí, la muerte se llevó mi inocente creencia de que todo estaba bien en mi vida. Un par de años después de su roce en el laboratorio, la muerte se robó la forma en que recordaba mi infancia. Sin anestesia, recordé de un momento a otro, lo duro que habían sido mis primeros años de vida. Más adelante, la muerte  se llevó también, a varios de mis amigos e ilusiones amorosas.

Gracias a la astrología, comencé a comprender que la muerte estaría muy cerca de mí durante varios años. 

Pensé: “Quizás en vez de destruirme la vida, la muerte quiere alimentarse de mi vida”. 

Comprendí que no la puedo alejar pero que sí la puedo tener como compañera.  

En mi caso, tener a la muerte de compañera implicó desarrollar estrategias para mantenerla contenta. Le hago ofrendas. 

Cada cierto tiempo le entregó cosas y aspectos de mi vida que sé que ya no quiero más. He descubierto que ella se mantiene distraída sin poder tocarme. Yo misma, me siento más liviana y contenta de poder ofrecerle algo cuando sé que algo o alguien en mi vida no traerá más vitalidad a lo que ya existe. 

Quizás estoy comprendiendo, de manera sútil, que la presencia de la muerte nos mantiene vitales. Su constante presencia nos obliga actuar con autenticidad y veracidad. Podemos perder mucho si no la respetamos pero nos puede entregar tantas situaciones nuevas si la tenemos de compañera. 

En la medida en que le puedo ofrecer cosas, situaciones, amistades, amores y ofrendas en sacrificio que me pesaban, me sentiré más vital y menos amenazada por su presencia. No sé supone que tenga que ser la misma persona siempre y su constante presencia -es un frío recordatorio- que en la medida en que siempre esté dispuesta a morir un poco, me estará dando toda una vida de ventaja.

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