Para la parte superior de la humanidad el Tiempo es un enemigo y su principal trabajo es matarlo; mientras que para los demás el tiempo y el dinero son casi sinónimos.
Henry Fielding, An enquiry into the causes of the late increase of robbers (1975)
Thompson en su libro “Costumbres en Común” específicamente en el capítulo “Tiempo, Disciplina de Trabajo y Capitalismo Industrial” relata el proceso de transformación del concepto de «tiempo» en las distintas capas de la sociedad de la Europa Moderna. El autor, ejemplifica este proceso en la mutación de la modalidad del trabajo. De un sistema laboral en la que las tareas determinan los ritmos – “orientación por quehacer”- se pasó a un sistema de labor en donde el trabajo esta regulado por el tiempo.
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Thompson, comienza su texto afirmando que entre los años 1300 a 1650 se dieron cambios en la percepción del tiempo. Acusa una dicotomía entre el tiempo de la naturaleza -simbolizado por el cantar del gallo- y el tiempo del Reloj. (…)
El autor asegura que “la imagen del mecanismo de relojería se extiende” a lo largo del siglo XVII. De esta afirmación se puede inferir que la transformación de la percepción del tiempo, para poder conjugarse con el disciplinamiento del trabajo, tuvo que desarrollarse a lo largo de varios siglos.
El historiador, define las distintas nociones de tiempo y organización, llegando al concepto de “Orientación por Quehacer” en donde el tiempo se percibe de acuerdo a las tareas que se realizan en el día. Sugiere que esta orientación del tiempo es la más efectiva en las sociedades campesinas así como en las industrias pequeñas y domesticas.
Esta modalidad temporal reúne -según Thompson- dos características: 1) es más comprensible desde un punto de vista humano;( con esta afirmación, Thompson deja notar levemente un rechazo hacia las políticas disciplinarias) 2) no hay mayor distinción entre el concepto de “trabajo” y la “vida”. La jornada de trabajo se extiende o acorta de acuerdo con las labores necesarias- y no hay una bifurcación entre el trabajo y las formas de sociabilidad.
Esta modalidad temporal sufre cambios cuando el trabajo que se hace es contratado, pues el tiempo en este caso comienza a convertirse en dinero del patrón. De esta manera Thompson marca el paso de “Orientación por quehacer” a “Trabajo Regulado”, en este último, los que hacen el trabajo se presentan ante una ambivalencia temporal pues viven entre el tiempo de sus patrones y su propio tiempo. En este caso, el patrón tiene que velar porque el tiempo no se malgaste. Fue en ese momento cuando – Thompson asegura que – El Tiempo se convierte en moneda ya que no pasa sino que se gasta.
La extensión del uso de relojes – aumento de su producción- y sobre todo de uso domestico es de gran importancia para Thompson por que, la generalización de su uso, homogeniza la percepción del tiempo a todas las clases sociales y el uso del reloj ya no es tanto símbolo de estatus social.
Pero para Thompson, lo importante radica en que esta difusión general del reloj y por ende, homogenización de la percepción del tiempo se da al mismo tiempo que la Revolución Industrial exigía una mayor sincronización del trabajo.
El autor arguye que el capitalismo industrial necesitaba un instrumento que regulara los nuevos ritmos de vida. Ante esta última afirmación de Thompson, creo que el autor no fue muy certero en afirmar si el plegamiento de ambos procesos –homogenización de la percepción horaria e industrialización- es una coincidencia – si es que pueden existir las confidencias históricas-, o una fue una utilizada por la otra, en este caso la industrialización utilizaría a la nueva percepción temporal.
En la cuarta parte del capitulo , Thompson vuelve a hablar sobre el sistema de trabajo domestico “orientado al quehacer”, identificándolo como irregular en comparación con las industrias de producción a gran escala, ya que este tipo de labor responde a factores y circunstancias que muchas veces no se pueden ni prever ni manejar, como por ejemplo el clima.
Además, este sistema de trabajo tiene su propio ritmo en donde pesan las costumbres, como las de San Lunes, que refleja la conjugación de largas tandas de trabajo con largos periodos de ociosidad, es decir hay una regulación y distribución del trabajo de la semana de acuerdo a las costumbres anteriores en donde el lunes era el día en que se dejaba para el mercado y los asuntos personales.
En este contexto las maquinas significaban disciplina y orden. Pero Thompson recalca lo difícil que es para los industriales quitar estas costumbres a los trabajadores en donde muchas veces el salario –adicionado al horario- no cumple suficientemente su rol contra la inactividad.
Thompson asegura que la resistencia al disciplinamiento del trabajo surge de la cultura entera, dando a entender la resistencia se da a distintos niveles, ya sea de instituciones religiosas o nivel político.
Thompson continúa profundizando en este tema y afirma que “la transición no es a la industrialización sino capitalismo industrial” sugiriendo que el desarrollo de la industria es solo un suceso inscrito en un gran proceso de cambio hacia una economía de mercado. Por lo tanto, asegura que este gran cambio, lleva mucho tiempo, ejemplificandolo con el “prolongado” proceso de la revolución industrial inglesa que no tuvo precedentes. Si fue prolongado, me pregunto ¿por que lo llama revolución?.
La batalla por el disciplinamiento, fue ardua según Thompson, y no siendo suficientes ni el salario ni la imposición de una nueva temporalidad manufacturera, los dueños de las industrias, terminan por crear un código civil y penal para gobernar y regular la mano de obra.
Se empezó a anotar puntillosamente la hora de entrada y salida de los trabajadores. Además, se despoja a los obreros de sus propios relojes para que ellos perdieran el sentido del tiempo y no pudieran notar si estaban trabajando más horas de lo que el mismo patrón había impuesto.
El afán por regularizar el tiempo, en donde se inculca la economía del tiempo, llega incluso a instituciones no fabriles, como la escuela, en donde la temporalidad fabril es muy parecida.
Según mi opinión, este es el golpe, para terminar de imponer una temporalidad que no le será ajena cuando este niño entre a trabajar a las fabricas. La carga de la nueva temporalidad no queda sin resistencia, en una primera etapa Thompson asegura que la lucha fue contra las horas, pero en una segunda etapa la lucha fue sobre ellas. Dejando entender que, ya en una segunda etapa, la nueva temporalidad fabril ya esta incorporada al nuevo sistema de vida de los trabajadores.
En la parte final del capitulo, Thompson se pregunta qué tan interiorizada esta la disciplina que con tanto esfuerzo los industriales tratan de imponer. El autor, trata de darle un giro al problema y propone la idea de una “ética puritana”, pues asegura que esta idea de imponer orden y disciplina no salió de la nada. Thompson apuesta por el fortalecimiento de una moral en donde el tiempo y el trabajo están estrechamente relacionados y poseen un alto valor. Esta propuesta de la ética puritana afirma aún más la idea de transición y proceso que formula Thompson en cuanto al traspaso de un trabajo orientado al quehacer a una labor regulada por horas inscrita en un proceso aún mas grande que significa la mutación de la economía.
Finalmente Thompson, termina el capitulo reflexionando sobre la industrialización y por consecuencia de la Revolución Industrial, aseverando que su importancia no radica solamente en el cambio de tecnología sino que le da la importancia a los alcances que tiene esta última, en la personas y sus practicas. Thompson reivindica además que este alcance no puede ser encasillado solamente en el termino “estructuración de la mano de obra” que otorga la historiografía tradicional sino que Thompson apuesta por un “tira y afloja” de ambas clases, una lucha que finalmente se transforma en un pacto entre la clase trabajadora y dueños de las industrias, acuerdos que –según mi punto de vista- tienen vigencia hasta el día de hoy.
*Ensayo escrito para el curso «Historia de Europa del Siglo XIX» dictado por la profesora Paulina Zamorano.